domingo, 22 de febrero de 2009

La entrega


Siempre había vivido el mundo BDSM como una entrega o una dominación, a veces quizás desde un punto de vista más físico que mental pero ahora ese punto de vista se había inclinado completamente a la entrega mental y había una Domina que había conseguido que desde su punto de vista de sumisos libres pero completamente obedientes a sus deseos, yo me entregara incondicionalmente.

La relación siempre se había mantenido a distancia porque ella hacía tiempo vivía en otra ciudad a unos 500 kms. Por lo tanto, la entrega era total pero la distancia física era muy grande. Ese día Ella me había citado. Recibí un mail explicándome donde debía de esperarla y a que hora. Mi apariencia física debía ser impecable. El pelo no debía ser corto pero tampoco largo, bien cuidado. Las uñas bien cuidadas y cortadas. De ropa tenía libertad pero antes debía darme una ducha y limpiarme bien incluso interiormente.

Debía coger el metro en cierta estación y desplazarme unas diez estaciones. Allí bajarme, salir a la calle y allí aguardar. Eso hice. Realice todo al pie de la letra. Mi cuerpo temblaba como una hoja y mi alma daba saltos. Mi corazón no cesaba de latir como un atleta que desea saltar la valla de mi pecho.

Llegue y recibí un sms a mi móvil. Me decía que girase mi cabeza a la derecha y me dirigiera al parque que veía 100 metros más adelante. Y que esperase a la derecha de la estatua mirando en el mismo sentido que miraba ella. Obedecí todo al pie de la letra. La emoción subía muchos grados pero muchos y mis nervios también. Llegue y adopte la postura que ella mandaba.

No la oí llegar cuando de repente una voz a mi espalda con un timbre melódico que decía:

Hola Por fin nos conocemos.

A sus pies mi Dueña respondí yo agachando la cabeza y mirando al suelo.

Ella me ordenó que la siguiera, caminamos unos 10 minutos por varias calles. Parecía como si me quisiera despistar y no supiera volver si algún día lo hacía. Entramos a un portal y nos dirigimos al ascensor. Me miró con una sonrisa y me dijo:

¿Nervioso?

Un poco.

Llegamos al piso. Nada más entrar se giró hacia mi y adelantó una de las botas. Era una bota hasta la rodilla de vinilo y con tacones metálicos. No necesité una orden. Me arrodillé y empecé a lamerla. Luego me hizo levantar y me dijo que esperase allí.

Esperé, los minutos se me hacían horas pero al final me dijo que cerrase los ojos y fuera hacia el cuarto que había al final del pasillo. Entré y me ordenó desnudarme, la luz estaba apagada y notaba como se había situado en la zona más oscura para que no la viera antes de tiempo.

Me desnudé con celeridad. Ahora me arrodille y posteriormente fui forzado a colocarme a gatas. Me hizo ponerme un antifaz. Al de unos segundos note unas manos en mi cuello, lo acariciaban y apretaban hasta que sentir el propósito de esas manos. Me había colocado un collar. Me retiró el antifaz y me dio un espejo para que lo viera. Era perfecto, precioso.

De metal tenía una plaquita en medio que ponía perrobilbao, una pequeña argolla colgaba de la parte inferior y todo ello sobre una tira de cuero negro jalonada de pequeñas tachuelas plateadas. Me puso de pies y me esposó las manos a la nuca. La vi.

Era como una Diosa. Alta, estilizada, toda ella vestida con un mono de red que dejaba ver pero no del todo todo su bello cuerpo. Unos pezones rosados más bien pequeños como dos fresas que rematan dos pechos medianos en forma de montañas. Un pubis con una fina tira de vello y cuando se giró un culo de dimensiones perfectas.

Mi polla reaccionó, no se si a la vista del cuerpo o por el hecho de estar allí ante mi Dueña. El caso que me hizo subirme a la cama y tumbarme en ella boca arriba. Ella empezó a jugar con mi miembro a torturarle. Cogió unas pinzas y las puso en lugares estratégicos. El dolor hizo acto de presencia. Pero la excitación no bajaba. Luego cogió …..Espuma de afeitar y la extendió por mi pubis.

Eres un cerdo, debías de haberte rasurado.

Ahora lo estaba haciendo ella. Siguió hasta que no dejó ni un pelo de tonto ni de listo jejejee. Luego siguió con la tortura de mis huevos y mi polla. Ahora con una fusta me iba recordando quien mandaba con pequeños azotes en mi verga extendida.

Después de estar un buen rato torturándome así y jugar con unos velones rojos me soltó de la cama y me bajó al suelo. Me quedé a gatas y sostuve sus botas. Estaba ella sentada en un elegante sillón y las piernas extendidas descansaban sobre mi lomo. La ceniza del cigarro la vertía en mi mano.

Cuando estuvo descansada se levantó apoyó la bota en mis nalgas y clavó su tacón llevándome a una especie de artilugio donde me situó a 4 patas sobre él. Entonces vi que a la cabecera había varias fustas y látigos los cuales fue probando sobre mi culo. Cuando se cansó se colocó un arnés y con algo de lubricante me lo clavó en mi ano y me fue follando sin pensar en mi placer si no en el suyo. Al fin y al cabo yo la pertenecía.

Ahora entre una pareja de parecida edad a la mia en la estancia. Mi Ama me soltó e hizo que ella se tumbara boca arriba en la cama y a mi me puso de rodillas delante de ella. Mi Ama se puso a horcajadas sobre la boca de la mujer que la comía el coño a la vez que yo se lo comía a ella. El de repente me abordó y me montó. Comenzó a follarme suavemente pero sin pausa. Mi Ama le jaleaba a la vez que gemía recibiendo los lametones de la chica.

Para terminar cuando ella tuvo su orgasmo los hizo retirarse y ella me sodomizó de nuevo pero esta vez me autorizó a masturbarme, yo lo hice hasta que sin poder aguantarme casi la pedí permiso para eyacular pero no me lo dio. Solo después de ella estar próxima al orgasmo me permitió tenerlo y fue algo maravilloso hasta el punto de quedar los dos tumbados uno encima del otro. Cuando me desperté, estaba solo. Todo había sido un sueño. Había llegado el día en que la sesión tendría lugar y esperaba no defraudar.

Bilbaino35

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