Alrededor de los 23 años, creía que el mundo me debía algo, porque yo era especial, o así lo creía. Tenía bastante éxito entre las mujeres, era guapote y sabia moverme entre las palabras, era morboso e inteligente. La verdad es que creía que las mujeres poco más que sexo podían dar, aunque me ofrecieron cosas que ingenuamente rechace, y luego supe que tan importantes eran. Mi chat de seducción preferido, era el “cocacola”, había mujeres con poca o ninguna experiencia en chats, y aún conservaban la inocencia de no saber que los hombres son gratuitos, fáciles y estúpidos. En una de mis visitas al “cocacola” conocí a una chica, era morbosa e inteligente, por lo general con esas 2 cualidades solía conformarme. Hablamos un par de semanas, y al final acordamos un encuentro. El día anterior a la cita, me mandó su foto, y me confesó que era virgen. En la foto iba en silla de ruedas, sufría algunas deformaciones, y era muy poco agraciada. Le pregunté porque me había mentido, me dijo que si no no habría llegado hasta allí. Le pedí un día para pensarlo. Lo que sentía era una mezcla de asco y pena. Pensé en mí empujando la silla, y manipulándola como una muñeca. Y encima algo deforme, ¿Me daría asco follar con ella? Eran pensamientos que a mí mismo me avergonzaban, cuestionaban de pleno mi humanidad, cuan efímeros parecían mis ideales. Me mentí a mí mismo y asumí que el problema como que me había mentido, y eso no estaba bien. Hay que llamar a las cosas por su nombre, era su cuerpo el problema. Al pasar el día hablé con ella, aunque en realidad la decisión estaba tomada en menos de 5 minutos. Le dije que me había mentido, que no confiaba en mí, y que mejor dejarlo correr. No pensé ni por un instante, que antes de mí, una docena de hombres le habrían dicho alguna escusa piadosa parecida. Ella ya sabía que el problema era su cuerpo, no hubo conflicto hasta que no supe su problema. Tuvo muchos cojones, y me pidió de ser humano a ser humano, que la desvirgara, que yo sería un buen amante, y que lo pasaríamos bien de todas formas. Un miedo me recorrió, esa podía ser una situación problemática, y pensé Silla-Deforme-Enchochamiento por soledad. De nuevo le escupí la cara con hipocresía: No eres una persona sincera, no. En realidad seguramente lo habríamos pasado bien, además, sería una amante agradecida por haber sido sincero y valiente. En los siguientes años seguí recordándola de vez en cuando, y me mantuve con mi propia mentira, aunque en el fondo, en un lugar oscuro y escondido, en un trastero mental, estaba guardada la verdad. El muerto no olía mucho, así que si nadie más lo sabía, podía hacer ver que nunca ocurrió. Años más tarde, a los 26, el Karma o la casualidad rieron en eco. Me llegó todo de golpe, de repente me encontraba viviendo en una cama, sin poder hablar con nadie, yo que me había burlado de la gente que vive en soledad y acaba volviéndose loca, de repente hablaba como un animal, yo que me burlaba de acentos y problemas lingüísticos, no movía las piernas, yo que me había burlado de los patosos comparándolos con mis agiles movimientos, se me caía la baba y los mocos, yo que tantas veces me burle de mi primo por pasarle lo mismo. Hasta me burlé de un compañero de habitación porque hacia sus excrementos en una bolsa, y yo ahora meaba en una probeta y me cagaba encima… No pensé en lo difícil que lo habría tenido esa gente, y los problemas o complejos a los que se habrían enfrentado. Esa chica, era toda una mujer, mintiera o no, fue capaz de vivir su cuerpo, y encima entender el mío, y yo solo pensé en mí, en lo que podía ofrecerme, no en la lección que tan ingenuamente quise esconderme a mí mismo, por miedo. Ahora soy yo el de la docena de excusas inexistentes antes de los 26. Y ahora soy yo el que intenta comprender a los otros cuerpos además del mío, no hiciste nada malo Cristian, hiciste lo que considerabas correcto, pero a veces, un poco de estupidez es necesario.