En un reino muy lejano, asomaba un castillo de entre las nubes, yacía en una montaña, mientras la vida circulaba dentro. Una joven princesa, recorría los jardines reales en busca de algo, el que, desconocía. Observando las flores, se percato de la insignificancia de un jardinero, que cuidaba de estas. Era un hombre de mediana edad, con rasgos bastos, manos como morcillas, y una predominante chepa.
El sujeto en sí, le daba asco, y de la grima sintió un cierto calor chispeante entre sus muslos, pensaba lo pequeña e indefensa que era comparándose con esos grotescos brazos como troncos. Remirándoselo mejor, cayó en la cuenta de que su pantalón parecía deformarse por una fuerza de la naturaleza, de dimensiones descontroladas. Era la gota que colmaba su sed, de repente recordó las noches de cojines cabalgados, manos húmedas y total candor. La princesita no pudo más, e invito al jardinero a sus aposentos.
Princesita: Cabrón, saca ese vergajo de cuajo, y dame con el badajo, que tienes trabajo.
El jardinero desconcertado por su humilde condición, no supo reaccionar.
Princesita gritando: ¡Que me folles subnormal!
La princesita, sumida ante la boa constrictor de su acompañante, se dejo llevar unos minutos, pero al rato añadió.
El sujeto accedió, no le quedaba más remedio, y la princesita siguió quemando pólvora. La treta sirvió para un ratito, pero no podía despegar los los ojos de la chepa, y conscientemente cogió las sabanas que tenía a mano y lo cubrió casi al completo. Sin contacto visual, la joven princesita pudo desfogarse a gusto, para después sacar al hombretón a escobazos de su cuarto.
La experiencia, seminueva de la princesita, la hizo meditar
¦ Princesita en voz baja: Tal vez el placer no solo radique en el tamaño, pues bien ceporro y feo era el hombre, y el príncipe de mis sueños no puede ser solo así.
A la semana, la princesita rondaba de nuevo por los jardines de palacio, al lado de un pequeño estanque, un apuesto trovador recitaba poemas de amor:
Continuara ...
Give
El sujeto en sí, le daba asco, y de la grima sintió un cierto calor chispeante entre sus muslos, pensaba lo pequeña e indefensa que era comparándose con esos grotescos brazos como troncos. Remirándoselo mejor, cayó en la cuenta de que su pantalón parecía deformarse por una fuerza de la naturaleza, de dimensiones descontroladas. Era la gota que colmaba su sed, de repente recordó las noches de cojines cabalgados, manos húmedas y total candor. La princesita no pudo más, e invito al jardinero a sus aposentos.
Princesita: Cabrón, saca ese vergajo de cuajo, y dame con el badajo, que tienes trabajo.
El jardinero desconcertado por su humilde condición, no supo reaccionar.
Princesita gritando: ¡Que me folles subnormal!
La princesita, sumida ante la boa constrictor de su acompañante, se dejo llevar unos minutos, pero al rato añadió.
El sujeto accedió, no le quedaba más remedio, y la princesita siguió quemando pólvora. La treta sirvió para un ratito, pero no podía despegar los los ojos de la chepa, y conscientemente cogió las sabanas que tenía a mano y lo cubrió casi al completo. Sin contacto visual, la joven princesita pudo desfogarse a gusto, para después sacar al hombretón a escobazos de su cuarto.
La experiencia, seminueva de la princesita, la hizo meditar
¦ Princesita en voz baja: Tal vez el placer no solo radique en el tamaño, pues bien ceporro y feo era el hombre, y el príncipe de mis sueños no puede ser solo así.
A la semana, la princesita rondaba de nuevo por los jardines de palacio, al lado de un pequeño estanque, un apuesto trovador recitaba poemas de amor:
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