De Dulce Mente, el sábado, 22 de febrero de 2014 a la(s) 16:16
A día no sé cuantos, de no sé qué mes, de no importa qué año.
Me dirijo a usted porque a día de hoy me ha sido imposible encontrar a una persona con la cordura y sensibilidad que usted posee y a la que tan abiertamente, como lo voy a hacer, pudiese exponerle un asunto que lleva tiempo rondándome la cabeza. A pesar de que a primera vista pueda parecer que el asunto que traigo a su consideración no tiene en la práctica efecto alguno, que no cambia sustancialmente nada, en el fondo es imprescindible para entender el juego y poder disfrutarlo plenamente. Es, me atrevería a decir, esencial.
Vengo a hablarle de cambios e intercambios, de parejas, tríos y otros desmanes. Quiero hacerlo dejándole claro que lo hago desde mi óptica y que bajo ninguna circunstancia ha de entenderlo como una imposición o una falta de respeto a la forma que usted tiene de verlo y vivirlo. Me consta que tiene mejores cosas que hacer, por eso le agradezco enormemente su atención y le prometo ser todo lo breve y conciso que pueda. Verá como no tardamos.
Cuando hablamos de parejas liberales (liberadas, quedaría mejor en mi opinión), del ambiente o de contactos, siempre lo asociamos a un término: intercambio. Intercambio de parejas, por supuesto. ¿Y en qué consiste ese intercambio? Pues muy sencillo, yo te cambio tu pareja por la mía para practicar sexo. Y ya está. Fácil ¿no? El término también aparece, como no podía ser de otro modo, asociado al nombre con que comúnmente se conoce a los locales donde las personas que gustan de practicar el trueque sexual acuden. Los llamados locales de intercambio (no sé por qué pero siempre asocio "local de intercambio" con un sitio relacionado con el ganado).
Antes de seguir le quiero aclarar que somos pareja, que ella tiene su vida y yo la mía (quiero decir, que la suya es suya y la mía es mía, de nadie más), que solo tenemos una y que hemos decidido libremente compartirla.
Pues bien, yo no cambio ni intercambio a mi pareja por nada ni por nadie (si digo "mi pareja" no es en sentido posesivo, sino para identificar a la persona con la que comparto mi vida). Como ya le he dicho, ella es libre, no es una posesión mía y por tanto, difícilmente puedo intercambiar algo que no poseo. Pero es que, además, creo que se puede poseer talento, simpatía... se pueden poseer cosas, pero no personas. Yo puedo intercambiar miradas, besos, abrazos... pero no personas.
Nosotros no intercambiamos, nosotros compartimos, que parece igual pero no es lo mismo. Sé que a usted puede parecerle una chorrada, una pose o simplemente una ridícula manera de perder el tiempo con algo que se da por entendido. Si usted es de las personas que lo tienen claro, lo celebro, pero estará de acuerdo conmigo (si es que tiene la experiencia que le presupongo en este mudillo) que no todos los que se lanzan a jugar a este juego tienen clara la diferencia. Es más, muchos no es que no lo tengan claro, es que directamente ni se lo plantean. Para ellos la cuestión es disfrutar y punto. Lógico. Todos jugamos para disfrutar, claro, lo que sucede es que no todos disfrutamos de las mismas cosas ni de la misma manera. No todos buscamos lo mismo en el juego. Y no es una cuestión de formas, que también, sino de contenido.
Los que no ven la diferencia entre intercambiar y compartir, son los mismos que no alcanzan a ver que en esto, como en otras muchas cosas, siempre es mejor la calidad a la cantidad. Pero bueno, ya sabe, el ansia es el ansia.
Hay a quienes les da igual ocho que ochenta con tal de meter o que se la metan, quiero decir, que reducen el sexo a un mero mete saca, a una especie de paja asistida cuyo único requisito es encontrar a quien les haga de asistente. De esa manera y aferrados al principio de que ha de primar la cantidad sobre la calidad, se entiende que su objetivo no sea otro que el de encontrar el mayor número de asistentes posibles. Así, cuanto más, mejor. De eso se trata ¿no? (vuelve a venirme a la cabeza lo del ganado, voy a tener que mirármelo).
Podría hablarle de otros tipos de "liberales" que se dejan ver por las distintas esferas del ambiente, como esos que contratan a una prostituta y la hacen pasar por su mujer para darse el gustazo de follarse a la mujer de otro y que aprovechándose del afán por intercambiar de este último, acaban saliéndose con la suya. A veces ocurre que ambos personajes acuden con sendas prostitutas y lo que hacen (sin saberlo) es intercambiar meretrices. Justicia poética llamo yo a eso. Pues como le digo, podría hablarle de estos y otros, pero no es lo que me incita a escribirle estas palabras.
He comprobado cómo en la mayoría de los casos no está involucrado ningún tipo de sentimiento (no hablo de amor, por supuesto). Me refiero que no veo afecto, complicidad, simpatía, sintonía ideológica... no sé, algo que vaya más allá de la carne y que impulse a querer compartir con otras personas tan extraordinaria experiencia. Solo veo carne y mete saca. Y no es eso, vamos, desde mi punto de vista, no se trata de eso.
En fin, no le aburro más, ya tendremos ocasión de seguir profundizando en estos temas (si es que le interesan, claro. Tampoco quiero agobiarle con mis comeduras de tarro). De momento me conformo con dejarle claro la idea fundamental (mi idea) de que no se trata de intercambiar, sino de compartir, con tu pareja y con los demás. Eso, de conseguirlo, por sí solo ya me parece un avance.
Usted me dirá si merece la pena seguir y si está dispuesto a echarme un cable.
Un saludo liberado.
Dulce Mente ©
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